miércoles, 16 de junio de 2010

Conceptos generales en torno a la Muerte Digna y la Eutanasia




Muerte digna: es la muerte con todos los alivios médicos adecuados y los consuelos humanos posibles. También se denomina ortotanasia.
Pretenden algunos identificarla con la muerte "a petición", provocada por el médico, cuando la vida ya no puede ofrecer un mínimo de confort que sería imprescindible; sería para éstos la muerte provocada por eutanasia.

Ortotanasia: es la muerte en buenas condiciones, con las molestias aliviadas.

Eutanasia: es la acción u omisión por parte del médico con intención provocar la muerte del paciente por compasión.

Eutanasia activa: es la eutanasia que mediante una acción positiva provoca la muerte del paciente.

Eutanasia pasiva: es la eutanasia por dejar morir intencionadamente al paciente por omisión de cuidados o tratamientos que son necesarios y razonables.
Esta expresión —eutanasia pasiva— se utiliza en ocasiones indebidamente para referirse, en una buena práctica médica, a la omisión de tratamientos desproporcionados que son contraproducentes, indeseables o muy costosos. No se debe hablar de ningún tipo de eutanasia en esos casos, puesto que fomenta la ambigüedad y contribuye a difuminar los límites entre el correcto ejercicio de la medicina y la eutanasia. Es lo que intentan los partidarios de esta práctica.
Conviene, sin embargo, mantener la expresión y el concepto específicos de
eutanasia pasiva, pues, en ocasiones, se acaba así con la vida del paciente, por indicación médica: negándole cuidados que son necesarios y razonables.

Eutanasia voluntaria: la que se lleva a cabo con consentimiento del paciente.

Eutanasia involuntaria: practicada sin el consentimiento del paciente.

Encarnizamiento terapéutico (también obstinación o ensañamiento terapéuticos): es la aplicación de tratamientos inútiles; o, si son útiles, desproporcionadamente molestos o caros para el resultado que se espera de ellos.

Distanasia: es la muerte en malas condiciones, con dolor, molestias, sufrimiento... Sería la muerte con un mal tratamiento del dolor, o la asociada al encarnizamiento terapéutico.

Sedación terminal: es la correcta práctica médica de inducir el sueño del paciente, para que no sienta dolor, en los ya muy raros casos de dolores rebeldes a todo tratamiento. Una sedación suave acompañando a los analgésicos, que los potencia manteniendo la conciencia del paciente es muy recomendable.

Eutanasia directa: es lo que entendemos comúnmente por eutanasia; es decir, la muerte intencionada del enfermo a cargo del médico, por compasión. Puede ser activa o pasiva.

Eutanasia indirecta: en realidad no existe la eutanasia indirecta; pues no hay eutanasia sin intención de provocar la muerte. Sería para algunos —que confunden a otros con esta expresión— la muerte no buscada del paciente en el curso de un correcto tratamiento tratamiento paliativo, por ejemplo contra el dolor.

Enfermo desahuciado: el que padece una enfermedad para la que no existe un tratamiento curativo y que es mortal, aunque no necesariamente a corto plazo.

Enfermo terminal: el que padece una enfermedad irrecuperable, previsiblemente mortal a corto plazo: en torno a dos semanas o un mes, a lo sumo.


Fuente http://www.muertedigna.org

Sobre los Sacerdotes




Artículo del P. Joaquín Alliende

Queridos amigos:

El escupo dio en la cara atónita del joven sacerdote. Con ojos llenos de odio, el desconocido turista gritó: “¡Pedófilo asqueroso!”. Nadie dijo nada. Los otros visitantes de la Acrópolis de Atenas miraron como distraídos hacia la perfecta línea de columnas de mármol. Nadie hizo nada, mientras el joven sacerdote se limpiaba la mejilla. Hay muchas historias similares por estos días. Al bajarse del tren, por la espalda, la misma palabrita le cae a un sacerdote que lleva cuarenta años sirviendo el Evangelio. Llamadas anónimas con insultos gratuitos a una casa de religiosas…

Es una histeria colectiva. Detrás, están los poderosos de la televisión y los pontífices intocables del periodismo pseudo intelectual. Claro que hay reacciones espontáneas muy comprensibles. Hay inmenso dolor y justificada vergüenza. Los abusos, los silencios culpables, los errores, la torpe inexperiencia… son hechos reales y muy graves. Cristo Jesús tendrá que lavar el rostro de la Iglesia. Todos nosotros tendremos que redescubrir la audacia de Dios que encomendó a débiles hombres, un don tan sublime como el sacerdocio.

Nuestra generación, tan sacudida en esta hora triste, deberá redescubrir el valor de la expiación solidaria y hacer penitencia por ese 0,1 por ciento de sacerdotes de quienes se ha verificado que cometieron estos execrables crímenes. Debiéramos también agradecer de rodillas por los ministros ordenados que siguen siendo fieles a su consagración. Son más de 400.000 en el mundo.

La industria del entretenimiento fácil, la frivolidad hecha sistema en casi todo lo público, han creado un ambiente general de ingenuidad simplista y de escaso sentido crítico. Hay una masa amorfa dispuesta a tragarse la última historieta de amoríos y zancadillas entre políticos, o artistas de cine, o cantantes de moda. En esa chacota mental cae el grave tema de la imagen del sacerdote. Se ignoran, o se distorsionan, los resultados de las investigaciones científicas más serias. No importa nada que los especialistas sostengan que no existe ninguna relación comprobada entre el celibato del sacerdote católico y la tremenda profanación que es cualquier abuso sexual, cuando lo cometen ministros consagrados.

Basta. Es inmoral seguir distorsionando así la realidad de las cosas. Puede ser que algunos sean sorprendidos y no sepan distinguir entre las reflexiones responsables, y los eslogan que se repiten y repiten hasta terminar disfrazándose de seriedad. Basta con este baile de máscaras. Atención: se está utilizando un problema innegable, para socavar con malicia la legítima autoridad moral de la Iglesia de San Pedro y de San Pablo, de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

Vivimos un mundo al revés. Desde su torre en Nueva York, un periódico le dicta a la sociedad lo que debe pensar y creer. Lanza afirmaciones sin fundamento. Después no recoge los desmentidos basados en hechos contundentes y en serias investigaciones de los mejores especialistas. Para ellos, la campaña fríamente prefabricada debe continuar. La verdad es lo de menos. Lo que sí vale es un tenebroso propósito. Se busca silenciar a la Iglesia Catolica, una calificada voz que se escucha en el mundo entero. Es ella una de las poquísimas instancias morales que se atreve a enfrentar el permisivo relativismo actual. Una tal Iglesia contradice múltiples intereses políticos y comerciales. Resulta incómoda. Hay que anularla.

Nadie tiene derecho a mirar hacia otro lado, como esos turistas de la Acrópolis. Que cada uno asuma un rol activo. La respuesta comienza en la conciencia de cada uno. Penitencia y oración es lo primero. Es importante conversar en serio en la mesa familiar, aclarar ideas entre compañeros de trabajo, profundizar la fe a la luz de la Palabra de Dios.

Se me dio la gracia de conocer personalmente a Benedicto XVI hace ya treinta y dos años. Lo acabo de encontrar durante una serena e intensa media hora para abordar temas de la nueva evangelización. El Papa analizó las materias con una claridad total. Siempre fue al núcleo de las cosas. En todo momento irradiaba benevolencia y alegría. Este sacerdote excepcional, tal vez el hombre más culto de nuestra época, es alguien que ha sostenido siempre, con inquebrantable fidelidad, la doctrina de Cristo y sus consecuencias para la vida real. Sin miedo. Al contrario. Con razón el Arzobispo de Viena y gran teólogo, el Cardenal Christoph Schönborn, y Monseñor Nichols, Arzobispo de Westminster en Inglaterra, han recordado un hecho comprobable: desde hace años, Josef Ratzinger es quien más ha hecho por extirpar el nauseabundo cáncer de los abusos sexuales denunciados. Él nos enseña que el buen nombre de la Iglesia no se defiende con ocultamientos piadosos, ni con retóricas de semiverdades. Sólo la plena verdad nos permitirá salir de esta noche de vergüenza hacia el sol de un nuevo comienzo.

Benedicto XVI, en su reciente “Carta a los católicos de Irlanda”, nos señaló un elenco de medidas y propuestas muy precisas e inmediatas. En todo caso, cada uno de nosotros debiera aprender mucho de esta crisis.

Lo primero es ocuparse de las victimas con el mayor respeto y con delicada eficacia. En cuanto sea posible, tenemos que reparar los males y aliviar las hondas llagas.

Importante es que las nuevas vocaciones sacerdotales sean seleccionadas con métodos más precisos. (Esto requerirá gastos en la contratación de profesionales adecuados. Para lo cual, “Ayuda a la Iglesia que Sufre-AIS” quisiera poder poner a disposición de los obispos más ayuda financiera). Es necesario perfeccionar una pedagogía que eduque la afectividad de los futuros pastores. Es preciso intensificar el acompañamiento de los sacerdotes, para que irradien mayor santidad de vida, crezcan aún más como padres verdaderos en la fe, regalando un afecto recio y maduro.

Como lo ha dicho un psiquiatra de renombre internacional, Manfred Lütz, estamos ante un desborde emocional, una especie de crisis de pubertad en la cultura posmoderna. No pocas de las acusaciones infundadas son un irracional ataque pubertario a la Iglesia, simplemente porque es una gran institución defensora de principios no transables. En definitiva, sostiene este psiquiatra alemán, se quiere derribar toda imagen de padre en la sociedad. Por eso, se rechaza al Papa y se menoscaba injustamente la autoridad moral del sacerdote. Nosotros podemos agregar: en definitiva, se atenta contra el núcleo mismo del Evangelio proclamado por Jesús: Dios es el “Padre nuestro”, justo y misericordioso.

Antes de crucificar a Cristo, le dieron golpes y le escupieron. Ya hemos celebrado su Resurrección. Sin embargo, el rostro del Señor sigue llorando en su Iglesia. AIS será siempre un instrumento al servicio del Obispo de Roma en la protección de los cristianos perseguidos, y en el apoyo a los evangelizadores sin medios para evangelizar y consolar a los sufrientes y humillados. En este minuto de la historia, la necesidad más neurálgica de la Iglesia es el futuro del sacerdocio… Tal vez el católico más necesitado de hoy se llama Benedicto XVI. No lo dejemos solo. No nos dejen solos, cuando tratamos de ayudar al Papa. Sean muy generosos. Gracias. Les bendigo en la esperanza del Señor Resucitado.

Hombres nuevos para una sociedad nueva




Por Fernando Chomali

La dimensión de servicio inherente al conocimiento está muy poco valorada, lo que es un error, dado que es propia del trabajo del hombre y su razón más profunda de ser.


En ciertas épocas del año aparecen noticias que denuncian la falta de médicos con ciertas especialidades, profesores y profesionales de las más diversas índoles para atender las necesidades de la población.

La verdad es que seguirá aconteciendo aquello y siempre serán los pobres los que se verán más afectados por estas carencias. La razón, en mi opinión, es que el trabajo, la profesión; en definitiva, la acción del hombre en el mundo está cada vez más vaciada de su significado más profundo.

Me atrevo a decir que cada vez más las destrezas, habilidades, competencias y talentos de una persona se han convertido en una mercancía que se transa en el mercado. No es casualidad que los profesionales más competentes y con más estudios estén desarrollando sus actividades profesionales en los sectores más acomodados de la población.

Es un tema complejo, que –sin duda– más que de índole económica o política, es de orden ético y hunde sus raíces en una concepción estrecha de lo que significa ser un humano y trabajar. El trabajo es, sin duda alguna, el medio por el cual obtenemos los bienes y servicios que necesitamos para vivir. Y cómo quisiera que todos tuvieran lo suficiente. Pero también el trabajo tiene una dimensión de servicio inherente a él. De hecho, el trabajo es un modo privilegiado para crecer como persona y, al mismo tiempo, para hacer crecer como personas a los demás. El trabajo es fuente de humanización y forma privilegiada de amar y servir. Lamentablemente, la dimensión económica prevalece por sobre la ética del trabajo que la vincula al servicio. No está internalizada la idea de que sobre el conocimiento grava una hipoteca social y es inaceptable que mientras en ciertos sectores de la población haya abundancia de médicos, profesores de excelencia y otros profesionales, en otros sectores brillen por su ausencia. Ese es el tema que no resuelve el mercado, con la ley de la oferta y la demanda, con el incremento de impuestos ni con el aumento de número de universidades y de vacantes, sino que requiere una nueva ética: la de la virtud y de comprenderse como un “ser para los demás”.

La verdad es que este proyecto tiene la pista difícil, dado que la educación en Chile está más centrada en competir que en compartir y, en este contexto, se comprenden las habilidades recibidas más como instrumentos para obtener mayores recursos económicos que como posibilidades de estar al servicio de los demás.

No estoy diciendo que el esfuerzo, el tesón y la perseverancia no deban ser adecuadamente remunerados y valorados. Estoy diciendo que la dimensión de servicio inherente al conocimiento está muy poco valorada. Lo cual es un error, dado que es una dimensión propia del trabajo del hombre y su razón más profunda de ser.

Invito a que hagamos un estudio respecto de las expectativas profesionales de los alumnos que ingresan a las universidades y de los que egresan. Nos llevaremos sorpresas. Prima el interés personal por sobre el bien común en un buen número de ellos. Pareciera que la pregunta ¿de qué voy a vivir? prevalece con creces sobre el ¿para qué voy a vivir? Es decir, la pregunta por el sentido de la vida.

La superación de la pobreza requiere políticas públicas adecuadas, por cierto, pero no calarán en la sociedad si al mismo tiempo no formamos una buena cantidad de profesionales que tengan marcado a fuego que sus conocimientos y habilidades adquieren plenitud humana y sentido en la medida en que sean para los demás; especialmente, para los más necesitados. La superación de la pobreza implica, en primer lugar, superar nuestro propio egoísmo, nuestra propia desidia y nuestros propios temores. Un mundo más amable no es el que tiene una buena organización vial, social y administrativa, sino aquel que surge de personas que ven bondad en el entorno. Y ello sólo es posible con hombres buenos.

Esto nos lleva a reflexionar acerca del sentido que atribuimos a las cosas materiales. Muchas veces constituyen verdaderos pasaportes para ser considerados en ciertos círculos antes que meros instrumentos para el fin último del hombre, como es la felicidad. Difícil es comprender armarios llenos de ropa que no se usa; cuentas bancarias llenas de dinero que no necesitamos y nunca vamos a necesitar y que siguen allí sólo para experimentar la sensación de seguridad que el dinero podría darnos. Lujos desmedidos y ostentación, mientras a pocas cuadras de nuestros hogares, e incluso en nuestra propia familia, hay personas a las que con dificultad les alcanza para comer o educar a sus hijos. Ni qué hablar de las ingentes sumas de dinero que se gastan (no se invierten) en cirugías estéticas absolutamente superfluas que, por lo demás, son una mera ilusión de juventud y belleza.

Estos son los temas de fondo que van a marcar el rumbo del país. ¿Vamos a educar en el egoísmo o en la solidaridad? ¿Vamos a educar para que las personas comprendan el bien que significa estudiar para servirse a sí mismas o para servir a los demás? ¿Vamos a construir una sociedad donde el bien común prime por sobre el bien individual? Las respuestas a estas preguntas marcarán el rumbo de la sociedad en un sentido u otro y determinarán si viviremos encerrados en nuestras casas, asustados de los demás, llenos de rejas, cercas eléctricas y alambres de púas, o confiados en los demás. Les propongo que analicen estos temas con sus hijos. Vean cuáles son sus motivaciones de fondo y también lo revisen respecto a sus propias actitudes y temas de conversación: qué están inculcando como proyecto de vida. Puede ser un ejercicio familiar duro, por cierto, pero más necesario que nunca si realmente estamos convencidos de que una sociedad nueva sólo es posible con hombre nuevos: empezando por mí mismo y también por usted.

Carl & Ellie UNA HISTORIA DE AMOR

La píldora del día después y sus efectos

PerroVerde - La Píldora del Día Después y sus efectos from Perro Verde on Vimeo.

El negocio detrás la píldora

Perro Verde - El negocio detrás de la Píldora from Perro Verde on Vimeo.

Vocación: ¿Por qué no ser sacerdote? Why Not Priest?